lunes, 14 de diciembre de 2009
Hay mal ambiente (II)
Estamos hablando de la problemática ecológica. No vamos a comentar la globalidad, resulta superior a mi capacidad de síntesis. Mas bien, habiéndo definido mis puntos directrices iré desarrollando temas puntuales. El de hoy podríamos nombrarlo como "la mitología ecológica"
Las virtudes ecológicas de los pueblos aborígenes
Habrán escuchado o leído esto en diferentes ocasiones: básicamente, el mito dice que los aborígenes, a diferencia de nosotros, viven en armonía con la naturaleza, que la respetan, que cuidan de no servirse de ella sino en aquellos frutos, aquellas maneras y aquellas cantidades que no la dañen.
Pero sorprendentemente esto no lo argumentan a escala histórica y global, sino actual y local. Según parece (porque no lo especifican) son los naturales de aquí y de ahora los que poseen esa sabiduría y actúan en consecuencia.
Pero hay explicaciones mas prosaicas pero no menos ciertas de lo errado del mito: Los pueblos primitivos no dañan la naturaleza (de manera ostensible) a condición de que sean tan pocos que su efecto no se note. Y es el poco número el causante de su aparente sabiduría.
Casi todas las culturas antiguas de américa se autoextinguieron, repárese en esto. Y esto siempre se originó en el hecho de que al volverse exitosos en su reproducción debieron reemplazar caza y recolección por la cría y siembra (o para contemplarlo dialecticamente,porque ambos fenómenos se alimentaron uno al otro), pero así es que por el número rapidamente arrasaban las especies de caza, los frutos e inclusive los árboles y arbustos leñosos (para leña o para habilitar el terreno para sembradíos)y esto trajo aparejados fenómenos de desertificación y cambio climático que finalmente los hicieron desaparecer (Por supuesto estamos hablando de los que no fueron exterminados por la onda civilizatoria europea).
Hoy mismo si alguien puede observar a los pobladores no urbanos, incluyendo paisanos y aborígenes, (en San Juan, Santa Cruz, Río Negro, Santiago del Estero, la Puna Jujeña, por ejemplo, donde lo pude verificar), éstos talan para leña (su único y ecológico combustible) todas las especies leñosas -o resinosas, como la yareta en la puna- en toda el área circundante hasta dejarla arrasada. Logicamente no resiembran, sencillamente esquilman, y eso es lo que hicieron y hacen todos los aborígenes. Sencillamente al ser pocos la naturaleza consigue reponerse. Ellos tiran toda su basura exactamente igual que nuestros argentinos modernos y urbanos, o sea por cualquier lado, a la bartola y sin cuidar para nada el medioambiente. Y como el tan mentado (y no solo por los ecologistas) mantenimiento de su cultura está sumamente contaminado por el intercambio con la sociedad industrial, su basura no es cuidadosamente conservativa del medio ambiente, es basura nomás.
Por otro lado, para despejar terrenos para sembrar recurren al fuego, el mismo método predatorio que escuché condenar por los ecologistas cuando lo ejecutan agricultores capitalistas.
Hay un caso paradigmático de la sabiduría ecológica de los naturales: La civilización Maya en centroamérica. Durante mucho tiempo no se podían establecer las causas de su declinación. Los estudios actuales han señalado (de manera tan fundamentada que es opinión casi unánime entre los arqueólogos) que se debió al uso de leña para la producción de cal. (Para los legos: cada tonelada de cal obtenida calcinando piedra caliza con leña en hornos artesanales consumirá cerca de media tonelada de leña). Todos sus imponentes edificios estaban asentados con argamasa en base a cal y revestidos con estuco de cal, y la leña requerida para la producción de la misma lo fué en tal cantidad que arrasó con los bosques circundantes en un área enorme, cambiando el clima, imposibilitando ello la obtención de cosechas adecuadas y obligando al abandono de las ciudades.Logicamente ha debido ser precedido de formidables hambrunas y mortandades.
Y eso que los mayas adoraban tanto su relación con la naturaleza que se la pasaban boludeando con ceremonias ad hoc e inclusive destripando gente en ofrendas.
Leía una vez que un arqueólogo, rodeado de peones del lugar (todos mayas) se preguntaba ¿Donde habrá ido este pueblo? y uno de los peones le respondió "a ningún lado, aquí seguimos, nomás". Efectivamente, son hoy quizás ni un 10 % de los que eran en el imperio. Mientras se mantengan así su armonía con la naturaleza está asegurada.
¿Pero entonces, porque se argumentan estas tonteras? Pues porque refuerzan la argumentación contra la actitud de la sociedad industrial, que en realidad despreció los "efectos colaterales" del desarrollo productivo hasta ya entrada la decada del 80, diría yo. Y es muy de humanos combatir lo que entendemos una tontera argumentando cualquier cosa que contribuya a ello, inclusive una tontería de otro tipo.
Un Guillatún, un lonkomeo y volvemos.
Las virtudes ecológicas de los pueblos aborígenes
Habrán escuchado o leído esto en diferentes ocasiones: básicamente, el mito dice que los aborígenes, a diferencia de nosotros, viven en armonía con la naturaleza, que la respetan, que cuidan de no servirse de ella sino en aquellos frutos, aquellas maneras y aquellas cantidades que no la dañen.
Pero sorprendentemente esto no lo argumentan a escala histórica y global, sino actual y local. Según parece (porque no lo especifican) son los naturales de aquí y de ahora los que poseen esa sabiduría y actúan en consecuencia.
Pero hay explicaciones mas prosaicas pero no menos ciertas de lo errado del mito: Los pueblos primitivos no dañan la naturaleza (de manera ostensible) a condición de que sean tan pocos que su efecto no se note. Y es el poco número el causante de su aparente sabiduría.
Casi todas las culturas antiguas de américa se autoextinguieron, repárese en esto. Y esto siempre se originó en el hecho de que al volverse exitosos en su reproducción debieron reemplazar caza y recolección por la cría y siembra (o para contemplarlo dialecticamente,porque ambos fenómenos se alimentaron uno al otro), pero así es que por el número rapidamente arrasaban las especies de caza, los frutos e inclusive los árboles y arbustos leñosos (para leña o para habilitar el terreno para sembradíos)y esto trajo aparejados fenómenos de desertificación y cambio climático que finalmente los hicieron desaparecer (Por supuesto estamos hablando de los que no fueron exterminados por la onda civilizatoria europea).
Hoy mismo si alguien puede observar a los pobladores no urbanos, incluyendo paisanos y aborígenes, (en San Juan, Santa Cruz, Río Negro, Santiago del Estero, la Puna Jujeña, por ejemplo, donde lo pude verificar), éstos talan para leña (su único y ecológico combustible) todas las especies leñosas -o resinosas, como la yareta en la puna- en toda el área circundante hasta dejarla arrasada. Logicamente no resiembran, sencillamente esquilman, y eso es lo que hicieron y hacen todos los aborígenes. Sencillamente al ser pocos la naturaleza consigue reponerse. Ellos tiran toda su basura exactamente igual que nuestros argentinos modernos y urbanos, o sea por cualquier lado, a la bartola y sin cuidar para nada el medioambiente. Y como el tan mentado (y no solo por los ecologistas) mantenimiento de su cultura está sumamente contaminado por el intercambio con la sociedad industrial, su basura no es cuidadosamente conservativa del medio ambiente, es basura nomás.
Por otro lado, para despejar terrenos para sembrar recurren al fuego, el mismo método predatorio que escuché condenar por los ecologistas cuando lo ejecutan agricultores capitalistas.
Hay un caso paradigmático de la sabiduría ecológica de los naturales: La civilización Maya en centroamérica. Durante mucho tiempo no se podían establecer las causas de su declinación. Los estudios actuales han señalado (de manera tan fundamentada que es opinión casi unánime entre los arqueólogos) que se debió al uso de leña para la producción de cal. (Para los legos: cada tonelada de cal obtenida calcinando piedra caliza con leña en hornos artesanales consumirá cerca de media tonelada de leña). Todos sus imponentes edificios estaban asentados con argamasa en base a cal y revestidos con estuco de cal, y la leña requerida para la producción de la misma lo fué en tal cantidad que arrasó con los bosques circundantes en un área enorme, cambiando el clima, imposibilitando ello la obtención de cosechas adecuadas y obligando al abandono de las ciudades.Logicamente ha debido ser precedido de formidables hambrunas y mortandades.
Y eso que los mayas adoraban tanto su relación con la naturaleza que se la pasaban boludeando con ceremonias ad hoc e inclusive destripando gente en ofrendas.
Leía una vez que un arqueólogo, rodeado de peones del lugar (todos mayas) se preguntaba ¿Donde habrá ido este pueblo? y uno de los peones le respondió "a ningún lado, aquí seguimos, nomás". Efectivamente, son hoy quizás ni un 10 % de los que eran en el imperio. Mientras se mantengan así su armonía con la naturaleza está asegurada.
¿Pero entonces, porque se argumentan estas tonteras? Pues porque refuerzan la argumentación contra la actitud de la sociedad industrial, que en realidad despreció los "efectos colaterales" del desarrollo productivo hasta ya entrada la decada del 80, diría yo. Y es muy de humanos combatir lo que entendemos una tontera argumentando cualquier cosa que contribuya a ello, inclusive una tontería de otro tipo.
Un Guillatún, un lonkomeo y volvemos.
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3 comentarios:
genial, ya lo habia leido pero volvi
Pincha, gracias y complacido si mis escritos sirven.saludos
bueno, no se con quien estoy hablando, estaría bueno que pudieras firmar tus comentarios. Me paso este blog un amigo bien intencionado que quería debatir conmigo sobre el extractivismo como sistema productivo, pero me encontré con que para empezar hablas de pueblos nativos como aborígenes a lo que se suma el calificativo de primitivos. Horrible
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