viernes, 27 de junio de 2014

Me salió un versito (XLVII)

Hace mucho que no publicaba uno de mis versos. Pero todo lo bueno tiene fin.
Seleccionando papeles para tirar me encontré estos versos que escribí en 1997, cuando trabajaba en la mina de carbón de Río Turbio, en esas lejanas tierras donde en verano hay sol a medianoche y en invierno estrellas a las 10 de la mañana.
Donde hay viento, frío y nieve, pero a veces no hay nieve.
Y allí estábamos los hombres y las lengas. Aquí va mi homenaje, acompañado de fotos de esos árboles que crecen (muchos de ellos) casi como agazapados buscando refugio de los vientos, porque quien no anduvo por el extremo sur puede no conocerlos.
Me llamaba la atención cuántos estaban muertos, según parece por incendios de las laderas donde crecían.
Y escribí esto.
No tengan esperanzas; tengo otros versos.Pero alégrense:los publicaré de a poco.


Lengas del Turbio

Estuvieron allí
(siempre estuvieron)
viendo pasar al hombre,
prisionero
de sus enormes sueños.
El trajo los incendios,
las hizo leña,
envenenó los aires.
Ellas allí siguieron.
Lo conocen de antes,
cuando llegó de lejos,
semidesnudo entonces
pero igual de malévolo.
Ellas le dieron verde
porque siempre dan verde;
los hombres no lo vieron.
Le silbaron mensajes
con sus ramas al viento.
Los hombres ocupados
en entenderlo todo
nunca los entendieron.
Y entonces muy despacio
sobre todos los cerros,
en las quietas quebradas
con su eterno silencio,
quizás por estar solas,
por no servir a nadie,
por no sentir cariño
las lengas se murieron.


1 comentario:

profemarcos dijo...

Triste, cierto y muy bueno.