jueves, 10 de junio de 2010

Te cuento un cuento (VI)


La máquina
Lo que voy a contar sucedió -o mejor dicho comenzó a suceder- en Esquinas Blancas, en la puna jujeña.Con esto no digo mucho, porque existen por lo menos cuatro parajes con ese nombre, a mas de otra media docena de Peñas Blancas y Lomas Blancas, ya que toda la puna está cubierta aquí o allá con mantos de tobas volcánicas en los que la erosión expone superficies blancuzcas y los lugareños no fuerzan mucho su ingenio para otorgarles nombre.
En esta Esquinas Blancas existía una escuelita construida por los vecinos (es un modo de decir, pues entre uno y otro rancho media siempre por lo menos un kilómetro de distancia) y en esa escuela enseñaba Saturnino Muñiz.
En aquella época yo pasaba por el lugar periódicamente, y lo mismo hacían varias comisiones de geólogos que exploraban la zona en busca de yacimientos. La puna es un lugar tan solitario, tan desafiante para el espíritu gregario de los hombres, que no se deja pasar oportunidad de hablar de cualquier cosa con cualquiera que se encuentre y menos de tomar algo o mejor bastante en compañía, ceremonia que crea un cálido ambiente de amistad entre las personas si no se abusa de la ceremonia.
Así que todos eramos medio amigos de Saturnino y en la época de clases, que en la zona es en verano debido a lo riguroso del período invernal, solíamos pasar largas veladas de charlas, vino y asado de llama donde se hablaba de todo alrededor del fuego nocturno (debo aclarar que el verano en la puna es sólo una adaptación a la nomenclatura aceptada en el resto del mundo, pues a la noche hace tanto frío como en cualquier invierno del llano).
Era Saturnino un amante de lo que hoy llamaríamos ciencia alternativa y que entonces sencillamente llamábamos colección de supercherías, calificación propia de ignorantes parciales, que solemos ser mas retrógrados que los ignorantes totales y merecemos llamarnos brutos propiamente dichos. Digo esto porque la aceptación a rajatabla de las verdades oficiales de la ciencia actual, que nunca sometemos a comprobación o crítica alguna, tan típica de nuestra época y sobre todo de aquellos que tenemos algún entrenamiento afín a las ciencias exactas, no se diferencia en nada de los antiguos dogmas en los cuales basaban los hombres del medioevo sus creencias.
Para la mayoría de ignorantes ilustrados de la actualidad resultaría traumático enterarse que Newton era un entusiasta de la alquimia, que la química actual es el hijo no deseado de la búsqueda de la piedra filosofal o que Niels Bohr debe su teoría de la estructura del átomo a un sueño que tuvo, lo que lo ubica mas cerca de un shamán que de lo que entendemos por un científico.
En resumen, que escuchábamos los comentarios de Saturnino con cierta condescendencia y pulverizábamos sus creencias con la misma autoridad y firmeza con que la Iglesia juzgó a Galileo por sostener la traslación de la Tierra alrededor del Sol.
Todo lo que conseguimos, como en casi cualquier pugna, fue acercar las posiciones hasta un punto de confluencia. En algún momento hablamos del movimiento contínuo y Satuco se prendió con nuestra complacencia. Después de todo, la máquina del movimiento contínuo era mas potable para nosotros que la metempsicosis, la telequinesis o demás términos griegos del esoterismo. Quizás porque es una máquina, una hija de la técnica. Y para nosotros "Deuts ex machina", Dios surge de la máquina.
Así que Saturnino se abocó a su nueva pasión, que fue lograr el movimiento continuo. Comenzó por leer todo lo escrito sobre el tema, que es mucho. Doy fe porque los geólogos y yo fuimos sus proveedores a pedido de material que hubo que conseguir de bibliotecas de medio planeta. Algunos lo pasaron peor, como los geólogos alemanes de un programa de las Naciones Unidas, que volvían de cada viaje a su país con pilas de fotocopias que luego debían traducir para Saturnino (Satuco para los amigos, según reglas quichuas para diminutivo cariñoso de su nombre).
El siguiente paso fue el estudio en profundidad de las leyes de la mecánica: la inercia, el rozamiento, el impulso y la cantidad de movimiento eran en la conversación de Satuco temas tan diarios y dominados como la composición de la selección nacional para los simples mortales.
Llegó la cosa a un punto donde ya no podíamos aportar nada al acervo cientifico de Satuco; sencillamente no entendíamos un pepino de los problemas y cavilaciones que compartía con nosotros. Fue a partir de entonces que el carácter de Saturnino empezó a cambiar.
Pasaba la mayor parte del tiempo en silencio durante nuestras reuniones y ya no parecia interesarse en otra cosa que en el bendito movimiento contínuo. Realmente no podíamos entenderlo, máxime después de aquella reunión donde nos expuso sus conclusiones llenando el pizarrón de la escuela con interminables e incomprensibles ecuaciones. En términos simples, afirmó (y demostró, según él,ya que los demás no estábamos en capacidad de seguir su razonamiento matemático) que el movimiento continuo era teóricamente posible, que una máquina de movimiento contínuo podía ser construida y (aqui radica lo incomprensible de su obcecada continuación en el tema) que solo era posible evitar las pérdidas de energía, de manera de eternizar el movimiento, pero en cambio era imposible extraer trabajo de la máquina.
O sea, en otras palabras, que la máquina de movimiento continuo no serviría para nada.
El verano siguiente a aquella clase magistral correspondió a la etapa de construcción de la máquina. Era un modelo a pequeña escala, para el cual Saturnino se había provisto de casi todos los materiales necesarios. En la pequeña pieza que ocupaba, adosada al aula que constituía la escuela, comenzó su trabajo en el mayor secreto. Nunca nos permitió la entrada y ya no habló mas del tema,
Hacia el fin del verano, cuando pasé por allí, lo noté muy exitado y me confió que creía estar cerca del éxito. Por supuesto no le creí, porque todo el mundo sabe que el movimiento contínuo es imposible, pero no pude negarme a conseguirle con urgencia lo que el creía sería la solución final a los problemas con que lidiaba. Se trataba de una esfera de acero bruñida, niquelada y con tres perforaciones que la atravezaban en diferentes direcciones, según un croquis muy detallado que me suministró.
En realidad yo esperaba que el fracaso lo librara finalmente del embrujo y pudiéramos recuperar al antiguo Saturnino, sus asados, sus vinos y las charlas al cohete. Asi que conseguí que me fabricaran en Jujuy la bendita esfera, lo que resultó ser bastante complicado y costoso.Debo aclarar que fue mi donación, porque el sueldo de maestro de Satuco hacía rato que no alcanzaba ni para las fotocopias que requería su oficio de inventor.
Quizas fuí el responsable de su fin. El verano ya terminaba y con él el período de clases y junto con las clases se acababa el fondo para el comedor escolar. Nadie mas pasaba por la escuela, que se cerraba por cuatro meses, y para fines de abril las nevadas y el congelamiento del arroyo que se cruzaba justo antes de la subida hacia la escuelita la dejaban prácticamente aislada.
Saturnino debió haberse ido pero no lo hizo. Entusiasmado con la esfera que le hice construir y la proximidad del triunfo se encerró en su cuarto, ajeno a todo lo que no fuera la maldita máquina.
Lo encontraron sentado a la mesa, puño sobre puño sosteniendo el mentón, los ojos abiertos y mirando fijamente su engendro.
No sé de que murió, aunque creo que fue una mezcla de debilidad, agotamiento y congelamiento. -Esa cosa que el maistro miraba, pa` mi que se mueve, inginiero- me dijo Críspulo, el vecino que lo encontró y que es un poco el padre y dueño de la escuelita. No le di mucha importancia en ese momento, pero me llevé la máquina como recuerdo.
Estaba tratando de entender como se suponía que funcionaba cuando me pareció notar que una varilla que atravesaba la esfera se desplazó unos milímetros. Comenzé a prestar atención y después de un rato la esfera giró bruscamente unos treinta grados y todo volvió a quedar quieto.
Habían pasado mas de dos meses desde que encontraran el cuerpo de Saturnino.¿Sería posible que después de tanto tiempo el mecanismo se mantuviera en actividad?¿Lo habría activado yo con el viaje y los desplazamientos? A los pocos minutos la evidencia del fenómeno se tornó incuestionable. Por los dos agujeros de la esfera que estaban en apariencia vacíos, dos pequeñas bolitas de rulemán surgieron a bastante velocidad, cayeron sobre un mecanismo, provocaron el basculamiento de dos grandes imanes permanentes y por acción de ese mismo movimiento volvieron a ingresar a los agujeros. Todo volvió al reposo, pero ya no cabía duda alguna:el engendro funcionaba. No como pudiera suponerse, con un movimiento permanente de rotación o pendulación, sino como una sucesión de ciclos de características muy diferentes y largos períodos de inactividad, en los que se preparaba el próximo ciclo por la acción de fuerzas y fenómenos que no estaban al alcance de mi comprensión.
Ahora puedo entender lo que debe haber sentido Satuco, lo que lo llevó a ignorar el frio, el hambre y el cansancio. Porque: ¿Cuándo se sabe en esto si se ha triunfado? ¿Cuándo puede uno afirmar que sí, que el movimiento es contínuo, es decir, eterno, sino cuando se ha podido medir su eternidad? ¿No estará perdiendo infinitesimales fracciones de energia que son indetectables hoy, o aún en diez años, pero que habrán de detenerla un día? ¿Cuando puede uno anunciar al mundo sin duda, sin temor al ridiculo, sin posibilidad de que alguno detecte un error, que sí, que ha descubierto el movimiento continuo?. No lo sé; no lo sé y es desesperante; mido cada ciclo cada vez con elementos de más precisión, intentando detectar el mas mínimo cambio en las duraciones. Estudio como loco física y matemáticas y los apuntes de Satuco intentando comprender el fenómeno y asegurar teóricamente su corrección. Busco en las bibliotecas y en las publicaciones a ver si aparece algo a favor, o algo en contra o algo relacionado de cualquier forma con este fenómeno, o milagro, o como se llame.
Y ya no tengo interés por otra cosa que no sea esta maravillosa, incomprensible e inútil máquina del movimiento continuo.

7 comentarios:

javier dijo...

muy borgeano.

Diego Quiles dijo...

muy bueno su cuento.

me recuerda la locura que me dio por haber leído un buen tiempo sobre física cuántica... y el placer que me dio la frase "la materia es la arquitectura de la nada"... y el vino que me dejó u buen rato tratando de que mi mano atravesara la pared que en teoría podría atravesar.

leeré los anteriores.

antes de quedarme duro.

Anónimo dijo...

Me fascino la historia 68!. Una, porque tengo una inclinacion irrefrenable por la metafisica y a buena honra; dos, porque no es solo en la ficcion que el pensamiento altamente abstracto y complejo va de la mano de la locura –el ultimo que me viene a la mente es este muchacho el matematico ruso Gregory Perelman; tres,porque no dejo de preguntarme como es posible que haya encontrado resolucion a la cosa esta de la Conjetura de Poincare –que nadie entiende y a nadie afecta- pero cositas tales como la educacion en regiones remotas como la puna no terminen de resolverse nunca. Son las operaciones socials mas dificiles que las matematicas?SP

Diamantina dijo...

Muy bueno!!

68 y contando (y van 75) dijo...

Gracias a todos.
SP: Usted me anda leyendo física, me parece.

Anónimo dijo...

Debi decir fisica en lugar de matematica? Ya ve, soy una maquina de hablar pavadas (y en forma continua, como la maquina de Saturnino). En realidad mi tema es la locura, acerca de la cual tampoco entiendo nada pero soy mas versada. SP

68 y contando (y van 75) dijo...

SP:La máquina de pavadas soy yo, no me quite el cetro. Dije mal, debí decir matemáticas. segual